Mensaje del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes
Les compartimos el mensaje emitido por el Pontificio Consejo
El grupo de Quebrada del Toro en un momento de trabajo
Pontificio Consejo para la Pastoral de los
Emigrantes e Itinerantes
Mensaje
con ocasión de la Jornada Mundial del Turismo 2014
(27 de septiembre)
“Turismo y
desarrollo comunitario”
1. El 27 de septiembre, y bajo el
tema “Turismo y desarrollo comunitario”, se celebra la Jornada Mundial del Turismo,
promovida anualmente por la Organización Mundial del Turismo (OMT). Siendo
conscientes de la importancia social y económica que el turismo tiene en el
momento actual, la Santa Sede desea acompañar este fenómeno desde el ámbito que
le es propio, singularmente en el contexto de la evangelización.
En su Código Ético Mundial, la OMT afirma
que ésta ha de ser una actividad beneficiosa para las comunidades de destino: “Las poblaciones y comunidades locales se asociarán
a las actividades turísticas y tendrán una participación equitativa en los
beneficios económicos, sociales y culturales que reporten, especialmente en la
creación directa e indirecta de empleo a que den lugar”.[1]
Es decir, pide instaurar entre ambas realidades una relación recíproca, que
lleve a un enriquecimiento mutuo.
La noción de “desarrollo comunitario”
está muy vinculada con un concepto más amplio que forma parte de la doctrina
social de la Iglesia, el de “desarrollo integral”. Desde este segundo queremos
leer e interpretar el primero. Al respecto, son iluminadoras las palabras del
papa Pablo VI, quien en la encíclica Populorum
progressio afirmaba que “el
desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico
debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre”.[2]
¿Cómo el turismo puede contribuir a
dicho desarrollo? Con ese fin, el desarrollo integral y, por tanto, el
desarrollo comunitario en el ámbito del turismo deben dirigirse hacia la
consecución de un progreso equilibrado que sea sostenible y respetuoso en tres
ámbitos: económico, social y ambiental, entendiendo como tal tanto el entorno
ecológico como el contexto cultural.
2. El turismo es un motor fundamental
del desarrollo económico, por su importante contribución al PIB (entre un 3% y
un 5% a nivel mundial), al empleo (entre el 7% y el 8% de los puestos de
trabajo) y a las exportaciones (el 30% de las exportaciones mundiales de
servicios).[3]
En el momento presente, en que se observa una diversificación de los
destinos, cualquier lugar del planeta se convierte en una potencial meta. Por
ello, el sector turístico aparece como una de las opciones más viables y
sostenibles para reducir el nivel de pobreza de las áreas más deprimidas. Si se desarrolla adecuadamente, puede ser un instrumento
precioso de progreso, de creación de empleo, de desarrollo de infraestructuras
y de crecimiento económico.
Siendo conscientes, como ha señalado el papa Francisco, de que “la dignidad del hombre está vinculada al trabajo”,
se nos pide afrontar el problema de la desocupación con “los instrumentos de la creatividad y la solidaridad”.[4]
En esa línea, el turismo aparece como uno de los sectores con mayor capacidad
para generar un tipo de empleo “creativo”, diversificado y del que con mayor
facilidad pueden beneficiarse los colectivos más desfavorecidos, entre los que
se encuentran las mujeres, los jóvenes o ciertas minorías étnicas.
Es ineludible que las ganancias
económicas del turismo lleguen a todos los sectores de la sociedad local, con
un impacto directo en las familias, al tiempo que se deben aprovechar al máximo
los recursos humanos locales. También es fundamental que los beneficios se
obtengan siguiendo unos criterios éticos, que sean respetuosos, en primer
lugar, con las personas, tanto a nivel comunitario como con cada una de ellas,
y huyendo de “una concepción economicista
de la sociedad, que busca el beneficio egoísta, al margen de los parámetros de
la justicia social”.[5]
Nadie puede construir su prosperidad a expensas de los demás.[6]
Los beneficios de un turismo a favor del
“desarrollo comunitario” no pueden reducirse exclusivamente a lo económico,
sino que tiene otras dimensiones de igual o mayor
importancia. Entre ellas se encuentran el enriquecimiento cultural, la oportunidad
de encuentro humano, el generar “bienes relacionales”, el favorecer el respeto
mutuo y la tolerancia, el promover la colaboración
entre las entidades públicas y privadas, el potenciar el tejido social y
asociativo, el mejorar las condiciones sociales
de la comunidad, el suscitar un desarrollo económico y social
sostenibles, y el promover la capacitación de jóvenes
que lo ven como una dedicación laboral, por citar algunas.
3. El
desarrollo turístico exige que la comunidad local sea su protagonista
principal, que lo asuma como propio, y que los agentes sociales,
institucionales y ciudadanos tengan una presencia activa. Será
importante que se generen oportunas estructuras de participación y
coordinación, favoreciendo el diálogo, asumiendo
compromisos, complementando esfuerzos y determinando objetivos comunes y
soluciones consensuadas. No se trata de hacer algo “para” la comunidad, sino
“con” la comunidad.
Además, el destino turístico no es
únicamente un hermoso paisaje o una confortable infraestructura, sino que es,
en primer lugar, una comunidad local, con su entorno físico y su cultura. Es
necesario promover un turismo que se desarrolle en armonía con la comunidad que
las acoge, con su medio ambiente, con sus formas tradicionales y culturales, con
su patrimonio y sus estilos de vida. Y en este encuentro respetuoso, se puede
establecer un diálogo enriquecedor entre la población local y los visitantes que fomente la tolerancia,
el respeto y la mutua comprensión.
La comunidad
local debe saberse llamada a custodiar su patrimonio natural
y cultural, conociéndolo, sintiéndose
orgullosa de él, respetándolo y
revalorizándolo, de modo que pueda compartirlo con los turistas y transmitirlo
a las generaciones futuras.
También los
cristianos de ese lugar deben ser capaces de mostrar su arte, sus tradiciones,
su historia, sus valores morales y espirituales, pero sobre todo la fe que se
sitúa en el origen de todo ello y que le da sentido.
4. En este camino hacia un desarrollo
integral y comunitario, la Iglesia, experta en humanidad, desea colaborar
ofreciendo su visión cristiana del desarrollo, proponiendo “lo que ella posee como propio: una visión
global del hombre y de la humanidad”.[7]
Desde
nuestra fe, podemos ofrecer el sentido de persona, de comunidad y de fraternidad,
de solidaridad, de búsqueda de la justicia, de sabernos custodios (y no
propietarios) de la creación y, bajo la acción del
Espíritu, seguir colaborando con la obra de Cristo.
Siguiendo cuanto nos pedía el Papa
Benedicto XVI a quienes trabajamos en la pastoral del turismo, deberemos
acrecentar nuestros esfuerzos con el fin de “iluminar este fenómeno con la doctrina social de la Iglesia,
promoviendo una cultura del turismo ético y responsable, de modo que llegue a
ser respetuoso con la dignidad de las personas y de los pueblos, accesible a
todos, justo, sostenible y ecológico”.[8]
Con gozo contemplamos cómo en
diversas partes del mundo la Iglesia ha reconocido las posibilidades que ofrece
el sector turístico y ha puesto en marcha proyectos sencillos pero efectivos.
Son cada vez más numerosas las
asociaciones cristianas que organizan viajes de turismo responsable hacia zonas
en desarrollo así como aquellas que promueven el llamado “turismo solidario o
de voluntariado”, que aprovecha el tiempo de vacaciones para colaborar en algún
proyecto de cooperación, en países en vías de desarrollo.
Dignos de mención son los programas
de turismo sustentable y solidario en zonas desfavorecidas que, promovidos por
conferencias episcopales, diócesis o congregaciones religiosas, acompañan a las
comunidades locales creando espacios de reflexión, promoviendo la formación y
capacitación, asesorando y colaborando en la redacción de proyectos y
favoreciendo el diálogo con las autoridades y otros colectivos. Esto ha llevado
a la creación de una oferta gestionada por las comunidades locales, a través
de asociaciones y microempresas dedicadas al turismo (alojamiento,
restaurantes, guías, producción artesanal, etc.).
Y son muchas las parroquias de las zonas
turísticas que acogen al visitante ofreciendo propuestas litúrgicas, formativas
y culturales, con la aspiración de que las vacaciones “sean
de provecho para su crecimiento humano y espiritual, convencidos que ni siquiera en este tiempo podemos
olvidarnos de Dios, quien nunca se olvida de nosotros”.[9] Para ello, buscan desarrollar una “pastoral de la amabilidad”, que
permite acoger con un espíritu de apertura y de fraternidad, mostrando el rostro
de una comunidad viva y acogedora. Y para que la hospitalidad sea más efectiva,
se hace necesaria una colaboración
efectiva con los demás sectores implicados.
Estas
propuestas pastorales son cada día más significativas, singularmente cuando
está creciendo un tipo de “turista vivencial”, que busca instaurar vínculos con
la población local y desea sentirse un miembro más de la comunidad anfitriona,
participando de su vida cotidiana, poniendo en valor el encuentro y el diálogo.
La solicitud eclesial en el ámbito
del turismo se ha concretado, pues, en numerosos proyectos, surgidos de experiencias
muy diversas, nacidas del esfuerzo, de la ilusión y de la creatividad de tantos
sacerdotes, religiosos y laicos que desean colaborar de este modo al desarrollo
socio-económico, cultural y espiritual de la comunidad local, y ayudarle a
mirar con esperanza al propio futuro.
Sabiendo que su primera misión es la
evangelización, la Iglesia quiere ofrecer con todo ello su colaboración, muchas
veces humilde, para responder a las situaciones concretas de los pueblos,
especialmente de los más necesitados. Y desde el convencimiento de que “evangelizamos también cuando tratamos de
afrontar los diversos desafíos que puedan presentarse”.[10]
Ciudad del Vaticano, 1 de julio de
2014
Antonio
Maria Card. Vegliò
Presidente
X Joseph Kalathiparambil
Secretario
[1] Organización Mundial del Turismo, Código Ético Mundial para el Turismo, 1
de octubre de 1999, art. 5 § 1.
[2] Pablo VI, Encíclica Populorum progressio, 26 de
marzo de 1967, n. 14.
[3] Cf. Organización Mundial del Turismo (OMT) y Consejo Mundial de Viajes y
Turismo (WTTC), Carta abierta a los Jefes
de Estado y de Gobierno sobre los viajes y el turismo.
[4] Francisco, Discurso a los dirigentes y obreros de las fábricas de acero de Terni y
a los fieles de la diócesis de Terni-Narni-Amelia, 20 de marzo de 2014.
[5] Francisco, Audiencia general, 1 de mayo de 2013.
[6] “Los países ricos han demostrado tener la
capacidad de crear bienestar material, pero a menudo lo han hecho a costa del
hombre y de las clases sociales más débiles” (Pontificio Consejo “Justicia y
Paz”, Compendio de la
Doctrina Social de la Iglesia , 2 de abril de 2004, n. 374).
[7] Pablo VI, Encíclica Populorum progressio, 26 de
marzo de 1967, n. 13.
[8] Benedicto XVI, Mensaje con ocasión del VII Congreso mundial de pastoral
del turismo, Cancún (México), 23-27 de abril de 2012.
[9] VII Congreso mundial de pastoral del
turismo, Declaración final, Cancún
(México), 23-27 de abril de 2012.
[10] Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 24 de noviembre de 2013,
n. 61.
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