Que
nuestro corazón descanse en Dios
Queridos
hermanos turistas:
Como Obispo de Mar del Plata, deseo darles la bienvenida a nuestra
diócesis, adonde han venido para pasar unos días de descanso.
Es bien sabido que no sólo la ciudad de Mar del Plata, sino varias
otras ciudades de nuestra costa o de nuestro interior, ejercen un
especial atractivo como lugar de vacaciones y de sana recreación en
familia o entre amigos.
El contacto con la naturaleza en sus distintas formas, la
intensificación de los vínculos familiares, las charlas
distendidas, las reuniones informales que fomentan la amistad, la
ausencia de obligaciones laborales o de compromisos urgentes, el mar
y otros paisajes, permiten una recuperación física y anímica
después de meses de trabajo y esfuerzo que, a veces, constituyen una
rutina exigente y agotadora.
Pero el merecido descanso y nuestras bienhechoras vacaciones
quedarían sin sentido completo si nos olvidáramos de Dios. En Él,
en efecto, está la plenitud de la vida y la fuente de energías
reparadoras para nuestro espíritu fatigado por los problemas
cotidianos de la vida y las oscuridades que siempre parecen oponerse
a nuestra ansia de felicidad.
En cuanto seres humanos, llevamos en nuestro interior un deseo
irrenunciable, que nos acompaña, aunque no siempre tomemos
conciencia explícita de él. Deseamos una vida mejor, en la cual
pudiéramos satisfacer nuestras legítimas aspiraciones, pero desde
temprano en la vida descubrimos que nuestros logros son inestables y
efímeros, siempre amenazados por el disgusto. Anhelamos plenitud,
pero nos enfrentamos continuamente con el límite que nos pone la
realidad. ¿Dónde encontrar entonces una mayor calidad de vida y
satisfacción plena de nuestros anhelos?
“La
fuente de la alegría cristiana es la certeza de ser amado por Dios,
de ser amado personalmente por nuestro Creador… con un amor
apasionado y fiel, un amor que es mayor que nuestra infidelidad y
nuestros pecados, con un amor que perdona” (Benedicto
XVI, 1-VI-2006).
Estas palabras de nuestro Papa, son como el eco de otras pronunciadas
por uno de los más grandes genios del pensamiento que produjo la fe
cristiana, el gran obispo San Agustín de Hipona: “Nos hiciste para
ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en
ti” (Confesiones,
I,1).
Dios es nuestro descanso. Dios revelado en Jesucristo, quien nos
infunde la gracia, la fuerza y la paz del Espíritu Santo para
renovar y rejuvenecer nuestro espíritu. Necesitamos recuperar
nuestro contacto con Él si lo hemos perdido, acrecentarlo si lo
hemos dejado enfriar.
Durante estos meses de verano, decenas de sacerdotes venidos de otras
diócesis nos acompañan en nuestras iglesias, capillas y santuarios
y se suman a los que trabajan establemente en la diócesis, para
brindar un servicio espiritual conforme a los mayores requerimientos.
Estamos en el Año de la Fe. Los días de descanso pueden ser una
excelente ocasión para alimentar la luz que ella nos trae. La
confesión sacramental de nuestros pecados puede devolvernos la paz
perdida. La asistencia a la Santa Misa dominical o incluso cotidiana,
nos aportará la fuerza reconstituyente que necesitamos, al alimentar
nuestro espíritu con la comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Las palabras del Señor, grabadas en nuestra memoria, podrán ser
mejor asimiladas si nos preocupamos por hacernos tiempo para rezar.
A quienes se encuentren en Mar del Plata, los días lunes, a las
20:30 h., al término de la Misa vespertina, los espero en la iglesia
Catedral de San Pedro y Santa Cecilia, para compartir con ustedes una
reflexión que alimente la fe. También para saludarlos y bendecirlos
personalmente.
En espera de encontrarlos pronto, los saludo deseándoles la Paz de
Cristo y les dejo mi cordial bendición en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo.
Mar del Plata, 8 de
diciembre de 2012
+
Antonio Marino
Obispo
de Mar del Plata
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