Histórico encuentro entre el Papa y el patriarca de Constantinopla
El Papa recibió a representantes de Iglesias cristianas, del judaísmo y del islam
Bartolomé, el máximo líder de la Iglesia
Ortodoxa, lidera una iglesia de más de 300
millones de cristianos ortodoxos en todo el mundo. Las dos iglesias se
separaron en 1054. Por primera vez en casi diez siglos, el máximo líder de la Iglesia
Católica Apostólica Ortodoxa, el Patriarca de Constantinopla, asistió a
la asunción de un Papa.
Cálida reunión en la sala Clementina del Vaticano entre el nuevo Papa y
el patriarca de Costantinopla. En la sala ya no había trono, sino que
los dos utilizaron dos sillas iguales.
La presencia del patriarca de Costantinopla, Bartolomé, en la misa de
inauguración del papado de Francisco fue una de las novedades de una
jornada que muy posiblemente será calificada en el futuro como
histórica. Hoy el nuevo papa ha recibido a Bartolomé en la sala
Clementina del Vaticano, durante un encuentro cordial y afectuoso. Un
gesto más entre los muchos que está realizando el papa Bergoglio cuando
ni siquiera ha transcurrido una semana desde su elección.
No pasó desapercibido, durante la misa de ayer que la lectura del evangelio fue en griego, idioma amado por las Iglesias orientales, así como el hecho de presentarse, desde el balcón de San Pedro minutos después de su elección, como obispo de Roma más que como papa. En efecto, el ministerio petrino es sustancialmente, lo dijo el mismo Bergoglio en sus primeras palabras al mundo, una presidencia desde la caridad, desde el amor, de todas las Iglesia. Cómo ejercer esta “presidencia” es uno de los principales escollos para la recuperación de una mayor comunión entre las Iglesias cristianas. No se acepta, esto es, que el obispo de Roma sea máximo legislador y cabeza dotada de autoridad decisional sobre las demás Iglesias hermanas. Una cuestión que remite a cómo interpretar la primacía que Jesús dio a Pedro sobre los demás apóstoles, aunque esa primacía se fundó en una tríplice pregunta: “¿me amas tu más que éstos?”. La historia, con sus desencuentros, hizo que desde 1054 el camino de la Iglesia ortodoxa y el de la católica siguiera por carriles separados y distantes.
Hace casi 50 años que se produjeron hechos novedosos que impulsaron un mayor acercamiento y una redescubierta fraternidad. Desde el encuentro en el Concilio Vaticano II del Papa Pablo VI con el patriarca ortodoxo Atenágoras, en 1964, seguido por el retiro de las mutuas excomuniones (la más grave sanción que puede aplicar una Iglesia) y, en 1965, por un nuevo encuentro en Jerusalén, donde se emitió un histórico documento firmado conjuntamente.
Ayer, más signos evidenciaban el clima mutado en la relación entre los “dos pulmones de la catolicidad” (la Iglesia de Oriente y de Occidente): en la sala Clementina ya no había trono, sino dos sillas iguales una a lado de la otra donde se sentaron Bergoglio y Bartolomé. El mutuo abrazo selló el pedido del patriarca de continuar el acercamiento entre Roma y Costantinopla.
No pasó desapercibido, durante la misa de ayer que la lectura del evangelio fue en griego, idioma amado por las Iglesias orientales, así como el hecho de presentarse, desde el balcón de San Pedro minutos después de su elección, como obispo de Roma más que como papa. En efecto, el ministerio petrino es sustancialmente, lo dijo el mismo Bergoglio en sus primeras palabras al mundo, una presidencia desde la caridad, desde el amor, de todas las Iglesia. Cómo ejercer esta “presidencia” es uno de los principales escollos para la recuperación de una mayor comunión entre las Iglesias cristianas. No se acepta, esto es, que el obispo de Roma sea máximo legislador y cabeza dotada de autoridad decisional sobre las demás Iglesias hermanas. Una cuestión que remite a cómo interpretar la primacía que Jesús dio a Pedro sobre los demás apóstoles, aunque esa primacía se fundó en una tríplice pregunta: “¿me amas tu más que éstos?”. La historia, con sus desencuentros, hizo que desde 1054 el camino de la Iglesia ortodoxa y el de la católica siguiera por carriles separados y distantes.
Hace casi 50 años que se produjeron hechos novedosos que impulsaron un mayor acercamiento y una redescubierta fraternidad. Desde el encuentro en el Concilio Vaticano II del Papa Pablo VI con el patriarca ortodoxo Atenágoras, en 1964, seguido por el retiro de las mutuas excomuniones (la más grave sanción que puede aplicar una Iglesia) y, en 1965, por un nuevo encuentro en Jerusalén, donde se emitió un histórico documento firmado conjuntamente.
Ayer, más signos evidenciaban el clima mutado en la relación entre los “dos pulmones de la catolicidad” (la Iglesia de Oriente y de Occidente): en la sala Clementina ya no había trono, sino dos sillas iguales una a lado de la otra donde se sentaron Bergoglio y Bartolomé. El mutuo abrazo selló el pedido del patriarca de continuar el acercamiento entre Roma y Costantinopla.
Fuentes: ciudadnueva.org.ar
infocampo.org.ar
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