Pontificio
Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes
Mensaje
con ocasión de la Jornada Mundial
del Turismo 2012
(27
de septiembre)
“Turismo
y sostenibilidad energética: propulsores del desarrollo sostenible”
Logo de la OMT para la Jornada Mundial del Turismo 2012
El 27 de septiembre se celebra la Jornada Mundial del Turismo,
promovida anualmente por la Organización Mundial del Turismo (OMT).
La Santa Sede se ha adherido a esta iniciativa desde su primera
edición, valorándola como una oportunidad para dialogar con el
mundo civil, ofreciendo su aportación concreta, basada en el
Evangelio, y considerándola también como una ocasión para
sensibilizar a toda la Iglesia sobre la importancia que este sector
tiene a nivel económico, social y, singularmente, en el contexto de
la nueva evangelización.
Este mensaje se publica cuando aún resuenan los ecos del VII
Congreso mundial de pastoral del turismo, celebrado el pasado mes de
abril en Cancún (México), a iniciativa del Pontificio Consejo para
la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes en colaboración con la
Prelatura de Cancún-Chetumal y la Conferencia del Episcopado
Mexicano. Los trabajos y conclusiones de dicho encuentro están
llamados a iluminar nuestra acción pastoral en los próximos años.
También en esta edición de la Jornada mundial asumimos como propio
el tema que la OMT propone, “Turismo y sostenibilidad
energética: propulsores del desarrollo sostenible”, y que está
en consonancia con el presente “Año internacional de la energía
sostenible para todos”, promulgado por las Naciones Unidas con
el objetivo de poner de relieve “la necesidad de mejorar el
acceso a recursos y servicios energéticos para el desarrollo
sostenible que sean fiables, de costo razonable, económicamente
viables, socialmente aceptables y ecológicamente racionales”.1
El turismo ha crecido a un ritmo importante en las últimas décadas.
Según las estimaciones de la Organización Mundial del Turismo, se
prevé que durante el presente año se alcance el hito de los mil
millones de llegadas de turistas internacionales, que ascenderán a
dos mil millones en el año 2030. A éstos hay que añadir los
números aún más elevados que supone el turismo local. Este
crecimiento, que tiene ciertamente unos efectos positivos, puede
suponer un serio impacto medioambiental, debido entre otros factores
al consumo desmesurado de recursos energéticos, al aumento de
agentes contaminantes y a la generación de residuos.
El turismo tiene un papel importante en la consecución de los
Objetivos de desarrollo del Milenio, entre los que se encuentra el
“garantizar la sostenibilidad del medio ambiente”
(objetivo 7), y debe hacer todo cuanto esté en su mano para que
éstos sean alcanzables.2
Por ello, debe adaptarse a las condiciones del cambio climático,
reduciendo su emisión de gases de efecto invernadero, que en el
presente supone un 5% del total. Pero el turismo no sólo contribuye
al calentamiento global, sino que también es víctima del mismo.
El concepto de “desarrollo sostenible” está ya arraigado en
nuestra sociedad, y el sector del turismo no puede ni debe quedarse
al margen. Cuando hablamos de “turismo sostenible” no nos estamos
refiriendo a una modalidad más entre otras, como podría ser el
turismo cultural, el de playa o el de aventuras. Toda forma y
expresión del turismo ha de llegar a ser necesariamente sostenible,
y no puede ser de otro modo.
Y en ese camino, se han de tener debidamente en cuenta los problemas
energéticos. Es un presupuesto errado el pensar que “existe una
cantidad ilimitada de energía y de recursos utilizables, que su
regeneración inmediata es posible y que los efectos negativos de las
manipulaciones de la naturaleza pueden ser fácilmente absorbidos”.3
Es cierto, tal como indica el Secretario General de la OMT, que “el
turismo está a la vanguardia de algunas de las iniciativas sobre
sostenibilidad energética más innovadoras del mundo”.4
Pero también estamos convencidos que todavía queda mucha tarea que
desarrollar.
También en este ámbito el Pontificio Consejo para la Pastoral de
los Emigrantes e Itinerantes quiere ofrecer su aportación, desde la
convicción de que “la Iglesia tiene una responsabilidad
respecto a la creación y la debe hacer valer en público”.5
No nos corresponde proponer soluciones técnicas concretas, pero sí
hacer ver que el desarrollo no puede reducirse a simples parámetros
técnicos, políticos o económicos. Deseamos acompañar este
desarrollo con unas adecuadas orientaciones éticas, que subrayen el
hecho de que todo crecimiento debe estar siempre al servicio del ser
humano y del bien común. De hecho, en el Mensaje que dirigió al
mencionado Congreso de Cancún, el Santo Padre subrayaba la
importancia de “iluminar este fenómeno con la doctrina social
de la Iglesia, promoviendo una cultura del turismo ético y
responsable, de modo que llegue a ser respetuoso con la dignidad de
las personas y de los pueblos, accesible a todos, justo, sostenible y
ecológico”.6
No podemos separar el tema de la ecología ambiental de la
preocupación por una ecología humana adecuada, entendida como el
interés por el desarrollo integral del ser humano. Así mismo, no
podemos desligar nuestra visión del hombre y de la naturaleza del
vínculo que les une con su Creador. Dios ha encomendado al ser
humano la buena gestión de la creación.
Es importante, en primer lugar, un gran esfuerzo educativo con el fin
de promover “un cambio efectivo de mentalidad que nos lleve a
adoptar nuevos estilos de vida”.7
Esta conversión de la mente y del corazón “debe permitir
llegar rápidamente a un arte de vivir juntos que respete la alianza
entre el hombre y la naturaleza”.8
Es justo reconocer que nuestros usos diarios
están cambiando, y que existe una mayor sensibilidad ecológica.
Pero también es cierto que con facilidad se corre el peligro de
olvidar estos planteamientos durante el periodo vacacional, buscando
ciertas comodidades a las que consideramos que tenemos derecho, sin
reflexionar siempre sobre sus consecuencias.
Es necesario cultivar la ética de la responsabilidad y de la
prudencia, preguntándonos por el impacto y las consecuencias de
nuestras acciones. Al respecto, el Santo Padre afirma que “el
modo en que el hombre trata el ambiente influye en la manera en que
se trata a sí mismo, y viceversa. Esto exige que la sociedad actual
revise seriamente su estilo de vida que, en muchas partes del mundo,
tiende al hedonismo y al consumismo, despreocupándose de los daños
que de ello se derivan”.9
En este punto, será importante animar tanto a los empresarios como a
los turistas a que tengan en cuenta las repercusiones de sus
decisiones y actitudes. Así mismo, es crucial “favorecer
comportamientos caracterizados por la sobriedad, disminuyendo el
propio consumo de energía y mejorando las condiciones de su uso”.10
Estas ideas de fondo deben traducirse necesariamente en acciones
concretas. Por ello, y con el objetivo de alcanzar destinos
turísticos sostenibles, deben promoverse y apoyarse todas las
iniciativas que sean energéticamente eficientes y con el menor
impacto ambiental posible, conducentes a usar energías renovables,
promover el ahorro de recursos y evitar la contaminación. Al
respecto, es fundamental que tanto las estructuras turísticas
eclesiales como las propuestas vacacionales que la Iglesia promueve
destaquen, entre otras cosas, por ser respetuosas con el medio
ambiente.
Todos los sectores implicados (empresas,
comunidades locales, gobiernos y turistas) han de ser conscientes de
la responsabilidad que les corresponde en vistas a alcanzar formas
sostenibles de turismo. Es necesaria la colaboración entre todas las
partes interesadas.
La Doctrina Social de la Iglesia nos recuerda que “la tutela del
medio ambiente constituye un desafío para la entera humanidad: se
trata del deber, común y universal, de respetar un bien colectivo”.11
Un bien, del cual, el ser humano no es dueño sino “administrador”
(cf. Gn 1, 28), al que Dios se lo ha confiado para que lo
gestione adecuadamente.
El Papa Benedicto XVI afirma que “la nueva evangelización, a la
que todos estamos convocados, nos exige tener presente y aprovechar
las numerosas ocasiones que el fenómeno del turismo nos ofrece para
presentar a Cristo como respuesta suprema a los interrogantes del
hombre de hoy”.12
Invitamos, pues, a todos a promover y disfrutar el turismo de un modo
respetuoso y responsable, de modo que le permitamos desarrollar todas
sus potencialidades, con la certeza de que la contemplación de la
belleza de la naturaleza y de los pueblos puede llevarnos al
encuentro con Dios.
Ciudad del Vaticano, 16 de julio de 2012
Antonio Maria Card. Vegliò
Presidente
X Joseph
Kalathiparambil
Secretario
1
Organización de las Naciones Unidas,
Resolución A/RES/65/151
aprobada por la Asamblea General, 20 diciembre 2010.
2
Cf. Organización Mundial del Turismo,
Tourism and the Millennium Development
Goals: sustainable - competitive - responsible,
2010, 34.
3
Pontificio Consejo “Justicia y Paz”,
Compendio de la Doctrina Social de la
Iglesia, 2 abril 2004, 462.
6
Benedicto XVI,
Mensaje con ocasión del VII Congreso
mundial de pastoral del turismo,
Cancún (México), 23-27 abril 2012.
11
Pontificio Consejo “Justicia y Paz”,
Compendio de la Doctrina Social de la
Iglesia, 2 abril 2004, 466.
12
Benedicto XVI,
Mensaje con ocasión del VII Congreso
mundial de pastoral del turismo,
Cancún (México), 23-27 abril 2012.
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